La famosa foto “Earthrise” tomada por los astronautas del Apolo 8 durante su viaje alrededor de la luna el 24 de diciembre de 1968. NASA.
Nuestro planeta, nuestra madre tierra, es sin duda una creación divina. Ella es un ser altamente espiritual, un organismo vivo. Es un santuario en el que vivimos los humanos.
Toda la vida que existe es en su esencia de luz. Toda la vida que existe está interconectada en / a través de estas estructuras de luz dinámicas y, por lo tanto, forma una unidad. Todo lo que le “hacemos” a nuestro planeta, nos lo “hacemos” a nosotros mismos. Si lo dañamos, también nos dañamos a nosotros mismos, si lo apoyamos y fortalecemos, hacemos lo mismo con nosotros mismos, sólo tratándolo con amor puede surgir en nosotros la paz y el sentimiento de estar en buenas manos.
En el momento en que comencemos a vernos como amigos de la tierra y le ofrezcamos nuestra amistad, solo entonces podremos experimentar lo que ella nos puede dar, solo entonces nos será posible conectarnos directamente con las fuerzas creativas de nuestra realidad.
Nuestro planeta es un santuario, pero nuestro cuerpo también es un santuario. Estar en este planeta nos permite evolucionar hacia seres divinos. Nuestro corazón está conectado con el corazón de la Madre Tierra. Nuestra aura es como la de ella.
Rendirse a estas conexiones y a esta comprensión es una sabiduría tan antigua como las estrellas…
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